viernes, 25 de junio de 2021
Eterno
Cada vez que amas, ama tan profundamente como si fuera para siempre. Solo que nada es eterno...
Audre Lorde
Para las mujeres
Audre Lorde
miércoles, 23 de junio de 2021
Cambia y vuelve
"Así es como debes vivir:
canta, ríe,
bebe, baila,
salta, duerme, escucha, vete,
cambia y vuelve.
Y te liberarás de tu lamento."
Quedará nuestro canto, fragmento, de Papusza
lunes, 21 de junio de 2021
El bosque, el río
Nadie me comprende, de Papusza
Nadie me comprende,
sólo el bosque y el río.
Aquello de lo que yo hablo
ha pasado todo ya,
todo, y todas las cosas
se han ido con ello…
Y aquellos años de juventud.
Nadie me comprende,
sólo el bosque y el río.
Aquello de lo que yo hablo
ha pasado todo ya,
todo, y todas las cosas
se han ido con ello…
Y aquellos años de juventud.
sábado, 19 de junio de 2021
Descansar
(So, We Go No More a Roving), de Lord Byron
Así es, no volveremos a vagar
tan tarde en la noche.
Aunque el corazón siga amando
y la luna conserve el mismo resplandor.
Pues así como la espada gasta su vaina
y el alma consume el pecho,
también el corazón debe detenerse a respirar
e incluso el amor debe descansar.
Aunque la noche fue hecha para amar
y los días retornan demasiado pronto.
Aún así no volveremos a vagar
bajo la luz de la luna.
La noticia
Presentimiento, de Emily Dickinson
Presentimiento es esa larga sombra sobre el césped
que indica el hundimiento del sol;
la noticia corre por la hierba temerosa:
la oscuridad está a punto de pasar.
viernes, 18 de junio de 2021
Ya no encajan
La puerta en la oscuridad.
The Door In The Dark, Robert Frost (1874-1963)
Caminando de habitación en habitación, en la oscuridad,
estiré los brazos a ciegas para proteger mi frente;
pero olvidé entrelazar los dedos, siquiera ligeramente,
o de cerrar los brazos en forma de arco.
Una delgada puerta se filtró de canto,
y el golpe en la cabeza tan violento
que sacudió mi habitual gesto sonriente.
Lo mismo ocurre con las cosas y la gente:
ya no encajan como solían hacerlo.
The Door In The Dark, Robert Frost (1874-1963)
Caminando de habitación en habitación, en la oscuridad,
estiré los brazos a ciegas para proteger mi frente;
pero olvidé entrelazar los dedos, siquiera ligeramente,
o de cerrar los brazos en forma de arco.
Una delgada puerta se filtró de canto,
y el golpe en la cabeza tan violento
que sacudió mi habitual gesto sonriente.
Lo mismo ocurre con las cosas y la gente:
ya no encajan como solían hacerlo.
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