sábado, 22 de mayo de 2021

La llama temblando

 



La bruja, Mary Elizabeth Coleridge

He caminado mucho sobre la nieve,
No soy alta ni mi corazón fuerte.
Mis ropas están mojadas,
Y mis dientes se estremecen,
El camino ha sido largo
Por el penoso sendero crujiente.
He vagado sobre la exuberante Tierra,
Pero nunca he venido aquí antes.
¡Oh, levantádme sobre el Umbral
Y dejádme ante la Puerta!

El filo del viento es un enemigo cruel,
No me atrevo a pararme en la tempestad.
Mis manos son de piedra,
Y mi voz se lamenta.
Lo peor de la muerte ha pasado,
Pero aún soy una pequeña dama.
Mis delicados pies se han llagado,
Y en blancas heridas sangrado.
¡Oh, levantádme sobre el Umbral
Y dejádme ante la Puerta!

Su voz era la voz que las mujeres tienen
Rogando por un deseo del corazón.
Ella vino.
Ella llegó,
Y la llama temblando,
Hundiéndose en el fuego
Finalmente murió.
Nunca más en mi alma se encendió,
Desde que me agité en el suelo,
Levantándola sobre el Umbral,
Y dejándola ante la Puerta.

Consolad a mi pueblo





Isaias 40 (fragmento)

Una voz dice: “Grita”, y yo pregunto: “¿Qué debo gritar?” “Que todo hombre es como hierba, ¡tan firme como una flor del campo! La hierba se seca y la flor se marchita cuando el soplo del Señor pasa sobre ellas. Ciertamente la gente es como hierba. La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece firme para siempre.
"

Peinar una niña



El placer de servir, de Gabriela Mistral 

Toda naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los
corazones y las dificultades del problema.

Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay,
sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Que triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos; hay pequeños servicios
que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar
unos libros, peinar una niña.

Aquel que critica, éste es el que destruye, tu sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse así: "El que Sirve".

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos
pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

jueves, 20 de mayo de 2021

Temblar




Agua, dónde vas?, de Federico Garcia Lorca

Agua, ¿dónde vas?

Riendo voy por el río a las orillas del mar.

Mar, ¿adónde vas?

Río arriba voy buscando fuente donde descansar.

Chopo, y tú ¿qué harás?

No quiero decirte nada. Yo…, ¡temblar!

¿Qué deseo, qué no deseo, por el río y por la mar?

Cuatro pájaros sin rumbo en el alto chopo están.

Centro de gravedad


"En las calles era mayo y caminábamos juntos cortando entre bromas manojos de ortiga"

Centro de gravedad, Franco Battiato

martes, 18 de mayo de 2021

Un nuevo despertar



Nómadas, de Franco Battiato

Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad,
en las nieblas del norte, en los tumultos civilizados,
entre los claroscuros y la monotonía de los días que pasan.
Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo,
la encontrarás, la encontrarás al final de tu camino.

Largo el tránsito de la aparente dualidad,
la lluvia de septiembre despierta el vacío de mi cuarto
y los lamentos de la soledad aún se prolongan.
Como un extranjero no siento ataduras del sentimiento
y me iré de la ciudad, esperando un nuevo despertar.

Los viajantes van en busca de hospitalidad
en pueblos soleados, en los bajos fondos de la inmensidad,
y después duermen sobre las almohadas de la tierra.
Forastero que buscas la dimensión insondable
La encontrarás fuera de la ciudad, al final de tu camino.

Sombra


Poesía Vertical XIII, 32, de Roberto Juarroz

Cuando el mundo se afina
como si apenas fuera un filamento,
nuestras manos inhábiles
no pueden aferrarse ya de nada.

No nos han enseñado
el único ejercicio que podría salvarnos:
aprender a sostenernos de una sombra.