Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad, en las nieblas del norte, en los tumultos civilizados, entre los claroscuros y la monotonía de los días que pasan. Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo, la encontrarás, la encontrarás al final de tu camino.
Largo el tránsito de la aparente dualidad, la lluvia de septiembre despierta el vacío de mi cuarto y los lamentos de la soledad aún se prolongan. Como un extranjero no siento ataduras del sentimiento y me iré de la ciudad, esperando un nuevo despertar.
Los viajantes van en busca de hospitalidad en pueblos soleados, en los bajos fondos de la inmensidad, y después duermen sobre las almohadas de la tierra. Forastero que buscas la dimensión insondable La encontrarás fuera de la ciudad, al final de tu camino.
El misterio no tiene dos extremos: tiene uno. El único extremo del misterio está en el centro de nuestro propio corazón. Sin embargo, no dejaremos nunca de buscar el otro extremo, el extremo que no existe.
Olvidarse de vivir. Mirar hacia otra parte. O no mirar hacia ninguna. Hay un momento de la noche o el día en que hasta el agua se abstiene de todos sus reflejos. Olvidarnos de vivir tal vez nos permita olvidarnos de morir.
«Quien profundiza en el verso escapa del ser como certeza, encuentra la ausencia de los dioses, vive la intimidad de esa ausencia, se hace responsable asumiendo ese riesgo»