Morí por la belleza, de Emily Dickinson
pude acostumbrarme a mi tumba,
uno que murió por la Verdad
se instaló en el cuarto contiguo.
Me preguntó suavemente por qué caí.
«Por la Belleza», respondí.
«Yo por la Verdad, y ambas son una,
por lo que somos hermanos», dijo él.
Y así, como parientes reunidos en la noche,
hablamos de un cuarto al otro
hasta que el musgo alcanzó nuestros labios
y cubrió nuestros nombres.