La verdadera prisión
no es el techo que regalima,
ni los mosquitos que zumbean
dentro de la celda húmeda y miserable.
No es el chirriar de las llaves
ni los mosquitos que zumbean
dentro de la celda húmeda y miserable.
No es el chirriar de las llaves
cuando el vigilante os recluye.
No son las magras raciones
impropias para la bestia o para el hombre.
Tampoco los días vacíos
que se hunden en el vacío de la noche.
No es eso.
No es eso.
No es todo eso.
No son las magras raciones
impropias para la bestia o para el hombre.
Tampoco los días vacíos
que se hunden en el vacío de la noche.
No es eso.
No es eso.
No es todo eso.
Son los engaños introducidos
en nuestras orejas durante toda una generación.
Es el agente de policía enfurismado,
ejecutor sin ánimo de órdenes calamitosas,
a cambio de una paga miserable.
El magistrado que consigna en su libro
una pena que no es merecida.
La decrepitud moral.
La ineptitud mental
ordinaria de los dictadores.
La cobardía disfrazada de obediencia
escondida dentro de nuestras almas denigradas.
El miedo que moja los pantalones
que no se atreven a lavar.
Es eso.
Es eso.
Es eso,
querido amigo,
lo que transforma nuestro mundo libre
en lóbrega prisión.
lo que transforma nuestro mundo libre
en lóbrega prisión.
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