Nada más suave
Y aquí y allá, en bosquecillos entre la hierba, como selvas de sueño, brotaban fantásticos árboles cuyos altos y esbeltos troncos no eran rectos, mas se inclinaban graciosamente hacia la luz que asomaba a mediodía en el centro del valle.
Las manchas de sus cortezas alternaban el vívido esplandor de ébano y la plata, y no había nada más suave, salvo las mejillas de Eleonora (...).
Eleonora (Cuentos. Edgar Allan Poe, traducción de Julio Cortázar
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