Los mandamientos, de Erica Jong
Si una mujer quiere ser poeta,
debe dormir cerca de la luna a cara abierta;
debe caminar a través de sí misma estudiando el paisaje;
no debe escribir sus poemas con sangre menstrual.
Si una mujer quiere ser poeta,
debe correr hacia atrás en torno al volcán;
debe palpar el movimiento a lo largo de sus grietas;
no debe conseguir un doctorado en sismografía.
Si una mujer quiere ser poeta,
no debe acostarse con manuscritos incircuncisos;
no debe escribir odas a sus abortos;
no debe hacer caldos de vieja carne de unicornio.
Si una mujer quiere ser poeta,
debe leer libros de cocina francesa y legumbres chinas;
debe chupar poetas franceses para refrescar su aliento;
no debe masturbarse en talleres de poesía.
Si una mujer quiere ser poeta,
debe pelar los vellos de sus pupilas;
debe escuchar la respiración de hombres durmientes;
debe escuchar los espacios entre esa respiración.
Si una mujer quiere ser poeta,
no debe escribir sus poemas con pene artificial;
debe rezar para que sus hijos sean mujeres;
debe perdonar a su padre su esperma más valiente.
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